Pompeya fue una ciudad de la Antigua Roma ubicada junto con Herculano y otros lugares más pequeños en la región de Campania, cerca de la moderna ciudad de Nápoles y situados alrededor de la bahía del mismo nombre en la provincia de Nápoles.
Fueron enterrados por la violenta erupción del Vesubio el 24 de agosto del año 79 d. C. En la actualidad, cuenta con 25.751 habitantes y forma parte de la provincia de Nápoles.
Fueron enterrados por la violenta erupción del Vesubio el 24 de agosto del año 79 d. C. En la actualidad, cuenta con 25.751 habitantes y forma parte de la provincia de Nápoles.
La ciudad fue fundada en el Siglo VII a. . por los oscos, un pueblo de la Italia central, en una colina cerca de la desembocadura del río Sarno, utilizada previamente como puerto seguro por navegantes griegos y fenicios. Cuando los etruscos suponían una amenaza, Pompeya se alió con los griegos, quienes dominaban la bahía de Nápoles. En el siglo V a. C. los Samnitas conquistaron Pompeya y otras ciudades de la región (Campania). Los nuevos gobernantes impusieron su arquitectura y ampliaron la ciudad. Se cree que durante la dominación samnita, los romanos conquistaron la ciudad durante un corto período, pero esas teorías nunca han podido ser verificadas.
Pompeya participó en la guerra que las ciudades de la Campania iniciaron contra Roma, pero en el año 89 a. C. fue asediada por Lucio Cornelio Sila. Aunque las tropas de la Liga Social, comandadas por Lucio Clemento ayudaron en la resistencia a los romanos, en el año 80 a. C. Pompeya se vio obligada a aceptar la rendición tras la conquista de Nola. Después de éste episodio se convirtió en una colonia con el nombre de Colonia Cornelio Veneria Pompeianorum'. La ciudad se transformó en un importante punto de paso de mercancías que llegaban por vía marítima y que eran enviadas hacia Roma o hacia el sur de Italia siguiendo la cercana Via Appia.
En el año 62 un terremoto dañó seriamente Pompeya y otras ciudades cercanas. Durante el período que va entre ese año y el 24 de agosto del año 79 [1], año de la erupción del Vesubio, la ciudad fue reconstruida, quizá con mayor suntuosidad en los edificios y el arte que antes. En el momento de la erupción, la cercanía de las próximas elecciones para ocupar cargos públicos servía de acicate a los más ricos de la ciudad para destinar dinero a la reparación de templos y otros edificios públicos, intentando ganarse así el voto popular. Varios de estos edificios conservan placas en honor de sus reparadores.
Pompeya participó en la guerra que las ciudades de la Campania iniciaron contra Roma, pero en el año 89 a. C. fue asediada por Lucio Cornelio Sila. Aunque las tropas de la Liga Social, comandadas por Lucio Clemento ayudaron en la resistencia a los romanos, en el año 80 a. C. Pompeya se vio obligada a aceptar la rendición tras la conquista de Nola. Después de éste episodio se convirtió en una colonia con el nombre de Colonia Cornelio Veneria Pompeianorum'. La ciudad se transformó en un importante punto de paso de mercancías que llegaban por vía marítima y que eran enviadas hacia Roma o hacia el sur de Italia siguiendo la cercana Via Appia.
En el año 62 un terremoto dañó seriamente Pompeya y otras ciudades cercanas. Durante el período que va entre ese año y el 24 de agosto del año 79 [1], año de la erupción del Vesubio, la ciudad fue reconstruida, quizá con mayor suntuosidad en los edificios y el arte que antes. En el momento de la erupción, la cercanía de las próximas elecciones para ocupar cargos públicos servía de acicate a los más ricos de la ciudad para destinar dinero a la reparación de templos y otros edificios públicos, intentando ganarse así el voto popular. Varios de estos edificios conservan placas en honor de sus reparadores.
TRAGEDIA DESENCADENADA POR LA ERUPCION DEL VERSUBIO
El gigantesco maremoto que azotó las costas del sudeste asiático será recordado como una de las grandes tragedias de los Tiempos Contemporáneos, como la erupción del Vesubio, el 29 de agosto del año 79 D.C., es crónica inescapable de la Antigüedad. Ambas tragedias nos invitan a repensar aspectos fundamentales de la condición humana y de su relación con la naturaleza. Plinio el Joven, de 18 años, escribe al historiador Tácito sus impresiones al ser testigo presencial de la destrucción de Pompeya, Herculano y otras poblaciones de la Campania. Su padre adoptivo y tío, Plinio el Viejo, había redactado los 37 imponentes libros de la Historia Natural. En ellos abarcaba todos los conocimientos de la época sobre la fauna, flora y los minerales, más aspectos diversos relacionados al hombre. Este erudito comandaba la flota romana estacionada en Miseno, cercano a Pompeya. Al observar cómo una enorme columna de humo, similar a un pino de monstruosas proporciones, salía del Vesubio, decidió partir en barco para observar más de cerca el fenómeno que nutriría nuevas crónicas. Además quiso así auxiliar a los que gozaban de las maravillas del, hasta aquel día, bello litoral frecuentado por la aristocracia romana. Cuando la ceniza caía en las naves, cada vez más caliente y más densa, junto a piedras ennegrecidas, Plinio el Viejo ordenó seguir rumbo a la playa pues “La fortuna favorece a los fuertes”. Increíblemente llegó a su destino, comió y alojó en casa de su amigo Pomponiano. Trataba de infundir serenidad y se aferraba a la ilusión que todo terminaría bien. Al día siguiente, cuando los temblores, la ceniza y el olor a azufre lo cubrían todo, partió a la playa simplemente a morir asfixiado. Plinio el Joven, más prudente que su tío, se quedó en Miseno. Aunque había habido un maremoto días antes, no se preocupó mayormente pues ellos eran corrientes en Campania. Sin embargo, se inquietaron cuando observaron que el mar se recogió, la playa se ensanchó y muchos animales marinos quedaron en seco sobre la arena. Los edificios se agrietaban y el pánico cundía. Sin embargo, este joven estudioso se paseaba con su madre por la explanada ... ¡con un libro de Tito Livio!. Un amigo de su padre adoptivo le reprendió diciéndole: “Si tu hermano, si tu tío, vive todavía, quiere que vosotros también os salvéis. Si ha muerto, quiso que le sobreviviérais. Por lo tanto, ¿qué esperáis para emprender la huida?”. Plinio el Joven respondió que no buscaría su salvación mientras nada supiese de la suerte de su padre adoptivo. Sin embargo, la fuerza de los acontecimientos hizo cambiar de actitud a nuestros testigos de tan macabra tragedia. Huyendo de Miseno cayó una niebla de cenizas de tal espesor que anocheció y las tinieblas volvieron a poblar la tierra. Plinio el Joven le señala a Tácito que “Allí hubieras oído chillidos de mujeres, gritos de niños, vocerío de hombres: todos buscaban a sus padres, a sus hijos, a sus esposos, los cuales también a gritos respondían. Unos lamentaban su desgracia, otros la de sus parientes, y había quienes, por miedo a la muerte, la imprecaban. Muchos eran los que elevaban las manos hacia los dioses, y muchos había también que, convencidos de que los dioses no existen, creían que aquella era la eterna y última noche del mundo”. Cada cierto tiempo, Plinio y su madre se levantaban del suelo, para sacudirse las cenizas que, de otro modo, los hubieran aplastado y asfixiado. Así se salvaron. Cuando las tinieblas retrocedieron y el fuego acabó, de Miseno sólo quedó una enorme capa de ceniza blanca parecida a la nieve. Así acabó la orgullosa Pompeya, cuyas casas, calles, casas y prostíbulos aún podemos verlos a las afueras de Nápoles.
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